La farmacia de la Serna, ubicada en la zona turística de Lavapiés, data de 1836, pero en 1945 el dueño introdujo a su nieta Beatriz en el negocio. Para muchos de los vecinos son el segundo médico y les solicitan segundas opiniones.
Un negocio que no ha sido tan afectado por la pandemia como otros negocios familiares. No obstante, ha presentado problemas de gestión de la Covid-19, ya que continuó abriendo sin material de protección y sin saber cómo manejar el virus para intentar salvar y cuidar a los pacientes que son de toda la vida.
“Últimamente la gente ha encontrado problemas de comunicación con los médicos de cabecera y las farmacias hemos estado al pie del cañón”, ha destacado Beatriz Vilches de la Serna.
La farmacia rural también ha hecho un "trabajo increíble y al final conoces a familias enteras y te da un conocimiento sobre el paciente más en profundidad. La parte negativa es que cuando pasa una pandemia, se sufre más", ha detallado.
Antiguamente los trabajadores preparaban medicamentos de urgencia y estaban las 24 horas del día con la farmacia abierta por si había alguna urgencia. A finales de s. XIX los medicamentos eran parecidos a los que conocemos ahora, y la labor fue cambiando completamente. Ahora es asistencial, por lo que esta función se hizo más necesaria que gira en torno al medicamento que, "a diario nos preguntan su uso".
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