"Cómo casarse con un millonario": la historia de tres cazafortunas

Marilyn Monroe, Lauren Bacall, Betty Grable. Tres damas buscando un millonario con quién casarse.

En 1953 Jean Negulesco unió en un elocuente cartel por cierto, a estas tres talentosas y bellas comediantes que se embarcan, cada una a su manera, en la aventura de conseguir un marido de conseguir un marido rico, haciendo lo que hay que hacer para ello: aparentar que el dinero no te hace ninguna falta. Diálogos chispeantes – dominio de Bacall -, situaciones hilarantes producto de una Marilyn convertida en miope y ese saber estar de la gran Betty Grable convirtieron la película en pura diversión.

“Como casarse con un millonario” cuanta con inimitable estilo la historia de tres caza fortunas tan diferentes mujeres como lo eran entre sí sus protagonistas: Bacall, Monroe y Grable estaban en momentos vitales muy diferentes y eso se transparenta en sus personajes en esta estilizada comedia con mucha trastienda.

Lauren Bacall, Marilyn Monroe y Betty Grable, tres hermosos ángeles del cine dorado de Hollywood

Lauren Bacall, por ejemplo, tenía que enfrentarse con un problema que había aparcado un tiempo pero que no dejaba de estar ahí: tras más de dos años alejada de los platós, dedicada a la crianza de sus hijos, o renunciaba definitivamente a trabajar y se dedicaba a ser la mitad más elegante de la pareja de moda en Hollywood, o le daba un empujón a su carrera que falta le hacía. Varias condiciones hicieron que se decantara por lo segundo: su propio deseo de no dejarse anular por la vida de ama de casa por mucho que Bogart quisiera, y el cómodo contrato que la unía a la Twenty Century Fox y que le obligaba a rodar tan sólo una película al año. Como estaba ya en vigor, había llegado el momento de hacer circular la voz de que estaba disponible y deseosa de volver a los platós y la primera llamada no se hizo esperar.

El director George Cukor se interesó por una obra de teatro que se representaba en Nueva York sobre tres jóvenes a la caza y captura de un hombre rico con el que pasar por la vicaría, diciendo adiós a una vida de “quiero y no puedo”. Habló con Bacall, adelantándole que había un buen papel para ella en la adaptación cinematográfica con la que, además, se probaría un nuevo invento: el Cinemascope.

Sin embargo, después de haber estado en el proyecto desde el principio, Bacall se encontró con un obstáculo que no esperaba. Le pidieron que pasase una prueba para ver cómo se desenvolvía en comedia ya que sería la primera que hiciera. Esto tendría que haber bastado para que la actriz se hubiese apartado: en aquellos días, ninguna estrella consagrada hacía “casting” para ningún papel; de hecho estaba muy mal visto. Bogart, sin embargo, animó a su mujer a que lo realizara, así fue y consiguió el trabajo que marcaría su afortunada vuelta a los platós durante unos años: quizá los mejores de toda su trayectoria en el cine. Ya que fijaron en la retina esa imagen de neoyorquina elegante y sofisticada que ya nunca le abandonaría. Además Cukor fue reemplazado por Jean Negulesco que la admirada como mujer y como actriz. Se llevaron tan bien que incluso posó para él para un hermoso retrato al carboncillo, durante algunas pausas de rodaje. El director era todo un artista con inquietudes diversas. Nacido en Italia, se peleó un lugar en la industria del cine americano, llegando a rodar una treintena de cortometrajes y documentales de encargo durante apenas cuatro años. Su film debut en el largometraje fue brillante: el policíaco “La máscara de Dimitrios”. Pero también había demostrado ya lo bien que se le daba el melodrama, haciéndole ganar un Oscar a Jane Wyman, por interpretar a la muda “Belinda”.

Jean Negulesco

“Como casarse con un millonario” que sería su primera incursión en la comedia, comenzó a rodarse en Febrero de 1953 en Nueva York con el espectacular trío protagonista preparado para la acción: para ser acicaladas, fotografiadas con mimo y tan bien vestidas que la película fue candidata al oscar al mejor vestuario en color.

Por delante de Bacall en los créditos se situó a las dos reinas del estudio Fox en aquel momento. Fue en este filme en el q ue produjo el traspaso de cetro entre la veterana Betty Grable y la diez años más joven Marilyn Monroe. Ambas interpretaron en décadas diferentes, el mismo estereotipo: el de la rubia sexy, no muy despejada, pero adorable en su ingenuidad.

Betty Grable había comenzado su carrera a principios de los treinta, con apenas catorce años. Durante un tiempo hizo pequeños papeles en los musicales de la RKO – en muchos de los de Fred Astaire y Ginger Rogers – hasta que llegó a protagonizar los suyos propios. El éxito fue tal que durante los años cuarenta fue la estrella mejor pagada de Hollywood, sobre todo gracias a “Pin up girl” y a un retrato de cuerpo entero y de espaldas, con la cabeza girada, que estaba en la mayoría de los macutos de los soldados americanos que participaron en la segunda guerra mundial. En él se demostraba claramente por qué la llamaban “La chica de las piernas del millón de dólares”. La productora las aseguró por esa cantidad.

En 1953 tenía 37 años, estaba casada con el músico Harry James, y su familia le era ya prioritaria. A pesar de que no parece mayor que sus compañeras de reparto, y del éxito del film, Grable se retiraría dos años después.

Marilyn Monroe, la diva rubia de Hollywood

Marilyn aún no era la gran estrella que llegaría a ser, pero nadie dudaba sobre cuál sería su futuro. “Niágara” y “Los caballeros las prefieren rubias” habían sido grandes éxitos y en este rodaje sus retrasos y su dependencia de sus instructores – no daba una toma por buena, hasta que estos asentían, fuese cual fuese la opinión del director – complicaron aún más la filmación, ya de por sí dificultosa.

El Cinemascope, al alargar la pantalla, planteaba que el decorado se extendiera en horizontal y obligaba a los actores a rodar largas escenas de un tirón, en continuo movimiento pero sin aproximarse demasiado entre sí. Por eso el recurso de recostarles en divanes y tumbonas fue tan utilizado.

Grable y Bacall pactaron hacerle las cosas lo más fáciles posible a Marilyn, conscientes de que sus aparentes caprichos no eran más que el resultado de su inseguridad. No se hicieron amigas, pero sí hubo algún momento de intimidad en el que Marilyn manifestó su deseo de dejarlo todo para estar “en casa comiendo spaguettis” con el jugador de béisbol Joe Di Maggio, con el que vivía un romance que acabaría en boda.

El reparto se completó con William Powell, una gran estrella durante más de dos décadas, ex marido de Carole Lombard, ex amante de Jean Harlow y paradigma de la elegancia y la buena educación.

Su papel de detective en la saga de “El hombre delgado”, junto a Myrna Loy, le había lanzado a la fama a principios de los 30 y procurado la primera de sus tres candidaturas al Oscar. A los 61, mantenía genio y figura, hasta el punto de que cuando Schatze - Bacall decía en la película “¡Me encantan los hombres mayores, por ejemplo ese maduro galán de “La Reina de África” me vuelve loca!”, el público soltaba una carcajada por la referencia a Bogie, pero también se daba cuenta de que Powell y ella no hacían mala pareja. A fin de cuentas, Bogart sólo tenía unos años menos que él.

Casi por primera vez en la historia de los felices Bogart, él fue el acompañante de su esposa durante la promoción de la película y no al revés. La entrada del actor en el cine, del brazo de Bacall y de Marilyn Monroe fue apoteósica y la foto de los tres sentados en el patio de butacas con el caballero mirando pícaramente el generoso escote de la Monroe, dio la vuelta al mundo. Como la película, que fue una de las más taquilleras del año en Estados Unidos y un gran éxito en todo el mundo.

Porque es muy fácil de entender a sus protagonistas. El que no haya querido casarse con un millonario o millonaria que tire la primera piedra. Que la disfrutéis.