Un año más, Buñol libra su "guerra mundial" del tomate

  • Miles de personas de todo el mundo acuden para participar en la Tomatina

La localidad valenciana de Buñol ha librado un año más su célebre batalla de tomates, la Tomatina, con cerca de 45.000 jóvenes procedentes de todo el mundo que se han enfrentado por las angostas calles de la población agotando una munición de 120 toneladas de esta hortaliza.

Las arengas para esta pacífica guerra que acontece cada último miércoles de agosto desde 1945 comenzaron en la tarde de ayer con una serie ininterrumpida de fiestas, bailes y conciertos que convirtieron la noche en mañana.

Después, un breve reposo en coches, parques y sacos de dormir en plena calle, lo más cercano posible al recorrido de los camiones cargados de tomate que marcan el devenir del gran día de Buñol, que ha convertido una gamberrada callejera ocurrida hace 66 años en un acontecimiento internacional.

Un crisol de nacionalidades

Y apenas unas horas antes del comienzo, el pueblo se convierte en un crisol de nacionalidades con jóvenes que deambulan expectantes entre puestos de comida, bebida, ropa, improvisadas consignas para cobijar pertenencias y vendedores de gafas de buceo, la protección ocular de los más precavidos.

El vestuario de los participantes se divide entre el uniforme clásico de camiseta blanca y pantalón corto -todo desechable ante una previsión de desastre textil- y la osadía del disfraz, tan dispar como pretenda la imaginación, que hoy se ha decantado por luchadores mexicanos, hawaianas de pelo en pecho y egipcios de túnica blanca.

Una hora y media antes del desenlace, el centro del municipio se satura con una multitud expectante de la que parten gritos en todos los idiomas, y que presta su tiempo de espera a cualquier entretenimiento -entre ellos la guerra de camisetas mojadas, prohibida por la autoridad municipal-, mientras los vecinos alivian su calor arrojando cubos de agua desde los balcones.

Como suele suceder en estos casos, la prohibición ha sido ignorada, y la Policía ha tenido que intervenir en numerosas ocasiones para pacificar algunas situaciones violentas caracterizadas por el destrozo de prendas de vestir.