El Papa convoca el Año de la Fe e insta a apoyarse en el Concilio Vaticano II

  • "Necesitamos personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida"
  • Insiste repetidamente en la necesidad de regresar a la letra del Concilio Vaticano II

El Papa Benedicto XVI ha apuntado, durante la homilía de la ceremonia de apertura del Año de la Fe que si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la Fe y la nueva evangelización, "no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años" de personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida".

"Así podemos representar este Año de la fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión, sino el evangelio y la fe de la Iglesia, de los que el Concilio Ecuménico Vaticano II son una luminosa expresión, como lo es también el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado hace 20 años".

El Papa ha recordado que durante el Concilio Vaticano II había "una emocionante tensión con relación a la tarea común de hacer resplandecer la verdad y la belleza de la fe, sin sacrificarla a las exigencias del presente ni encadenarla al pasado" y, por ello, considera que lo más importante en una efeméride como esta es "que se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo".

Sin embargo, ha puntualizado que con el fin de que este impulso a la nueva evangelización "no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión", es necesario que "se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión". "Por esto he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la letra del Concilio", ha añadido.

Según ha explicado, la referencia a los documentos "evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad". Así, ha asegurado que "el Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo" sino que "se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación".

En esta línea, ha recordado que los Padres conciliares querían volver a presentar la fe de modo eficaz y que, "si se abrieron con confianza al diálogo con el mundo moderno era porque estaban seguros de su fe, de la roca firme sobre la que se apoyaban" pero ha advertido de que, en cambio, en los años sucesivos, "muchos aceptaron sin discernimiento la mentalidad dominante, poniendo en discusión las bases mismas del depositum fidei, que desgraciadamente ya no sentían como propias en su verdad".

EL CONCILIO VATICANO II APROBÓ 16 DOCUMENTOS QUE CAMBIARON A LA IGLESIA CATÓLICA

El Concilio Vaticano II emanó 16 documentos, que van desde la celebración de la misa en las lenguas vernáculas a la reconciliación con los judíos, al cancelar la acusación histórica de deicidio, o precisar el papel de los laicos en el mundo.

Los Padres Conciliares, como se conoce a los obispos que asistieron a ese evento del que se cumple mañana 50 años, aprobaron cuatro constituciones (actos legislativos emanados del Papa para dar disposiciones de carácter general y permanente); tres declaraciones (aclaraciones sobre un tema particular), y nueve decretos (decisiones con carácter normativo).

Las constituciones son: "Lumen Gentium", sobre la Iglesia; Dei Verbum", sobre la revelación Divina; "Gaudium et Spes", sobre la Iglesia en el mundo actual; y "Sacrosanctum Concilium", sobre la Sagrada Liturgia.

Con "Gaudium et Spes" se pasaba de una Iglesia encerrada en sí misma a una libre y sin teocracias, que se siente parte del mundo y se abre a sus problemas.

La "Lumen Gentium" proclamaba a la Iglesia como el pueblo de Dios, integrado por cristianos responsables y solidarios.

La "Sacrosanctum Concilium" relegaba las misas en latín, hasta entonces celebradas por un sacerdote de espaldas a los feligreses.

Las declaraciones son: "Dignitatis Humanae", sobre la libertad religiosa; "Gravissimum Educationis", sobre la educación cristiana; y "Nostra Aetates", que puso en marcha un nuevo diálogo con las religiones no cristianas y, sobre todo, con los judíos al cancelar la acusación histórica de deicidio.

Los decretos fueron: "Christus Dominus", sobre los obispos; "Apostolicam Actuositatem", sobre los laicos; "Ad Gentes", sobre la actividad misionera de la Iglesia; "Inter Mirifica", sobre los medios de comunicación social.

Además de "Orientalium Ecclesiarum", sobre los iglesias orientales católicas; "Unitatis Redintegratio", sobre el ecumenismo; "Prefectae Caritatis", sobre la renovación de la vida religiosa; "Presbyterorum Ordinis", sobre los presbíteros; y "Optatam Totius", sobre la formación sacerdotal.

El Concilio Vaticano II concluyó con un mensaje a la humanidad, en el que los padres conciliares pidieron por la paz y la salvación de los hombres.