Puerta grande de Paulita y recuerdo a Víctor Barrio en la primera de Valdemorillo

El diestro aragonés Luis Antonio Gaspar Paulita salió a hombros en la primera corrida de la feria de San Blas, celebrada en la localidad madrileña de Valdemorillo, donde, como prólogo, tuvo lugar un acto en memoria del fallecido Víctor Barrio.

Se lidiaron seis toros con el hierro de Carmen Segovia, aunque anunciados como de Monte la Ermita, de justa presencia los tres primeros y con trapío sobrado para una plaza de primera los tres restantes. En general, dieron un juego descastado y desclasado, aunque alguno tuvo una manejable movilidad.

El Cid: oreja y ovación.

Paulita: división de opiniones al saludar y dos orejas. Salió a hombros.

Iván Fandiño: ovación tras aviso y silencio.

Entre las cuadrillas, destacó la brega de Joselito Rus, mientras que Curro Robles saludó tras banderillear al cuarto.

La plaza, cubierta, se cubrió en más de la mitad de su aforo en el primer festejo de la feria de San Blas y la Candelaria.

LA NOTICIA, EN LA PUERTA GRANDE

La corrida que abrió la primera feria de cierta importancia del año taurino español tuvo un prólogo emotivo con el descubrimiento, en la misma puerta grande por la que luego salió Paulita, de un azulejo en memoria del joven torero Víctor Barrio, caído en las astas de un toro el pàsado mes de julio en Teruel.

Su hermana Ruth fue la encargada de develar la cerámica en recuerdo del torero que triunfó varias veces en la arena de esta misma plaza, donde despuès del paseíllo también hubo lugar para un minuto de silencio por la muerte del aficionado local Pedro Saavedra, que fuera apoderado y empresario taurino.

Pero tras la corrida no quedarán muchas más cosas para recordar que esa salida triunfal de Paulita, que le hizo al quinto de la tarde, un serio toro de simplona y manejable movilidad, una faena con altibajos, en la que lo mejor y más lucido estuvo al principio y al final, cuando más se templó y asentó el aragonés.

Una oreja paseó también El Cid del primero de la corrida, después de un trasteo en el que, con suavidad y paciencia, supo equilibrar las potables embestidas de un animal que salió deescordinado de movimientos pero que acabó asentado por la correcta intervención del sevillano.

En cambio, a El Cid le faltó mayor asiento y confianza con el cuarto, un serio astado que, con constantes cabezazos, le enganchó la muleta en demasiadas ocasiones, hasta que en la estocada también acabó prendiéndole a él por el pecho, aunque sin mayores consecuencias.

Por su parte, Iván Fandiño hizo sendas faenas con mejores principios que finales, tanto con el reservón tercero -que también le enganchó por el vientre, sin herirle, a la hora de matar- como con el sexto, un toro que fue empeorando su actitud a medida que el diestro vasco perdía el temple con que empezó a torearlo.