Lluvia de orejas en Palencia para José Garrido y David Mora

José Garrido, que ha cortado tres orejas, y David Mora, con dos, han salido de la plaza a hombros al término del cuarto festejo de la Feria de San Antolín, celebrado esta tarde en Palencia.

FICHA DEL FESTEJO.- Se han lidiado seis toros de Antonio Bañuelos. Muy bien presentados y con la excepción del primero, que fue un manso de libro, todos han poseído en mayor o menos medida nobleza y movilidad, aunque alguno haya llegado muy apagado al último tercio. Pitado el primero, han sido aplaudidos en el arrastre segundo tercero y quinto.

Menos de media entrada en tarde de calor sofocante. Se han desmonterado, tras colocar sus respectivos pares, los subalternos Javier Valdeoro, en el tercero, y Ángel Otero y José María Tejero en el quinto.

Paquirri, silencio y silencio

David Mora, saludos y dos orejas.

José Garrido, dos orejas y una oreja.

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OREJAS DE MÁS EN PALENCIA

El primer toro de la corrida era un manso convicto y confeso ante el que Paquirri nada pudo hacer. No embestía y cuando lo hacía terminaba siempre buscando el refugio de las tablas. Antes de coger el estoque, el astado se acostó en dos ocasiones pero no por su blandura sino por falta de casta. En el segundo enemigo, Paquirri realizó una faena muy aseada ante un oponente que salió del caballo con las embestidas descoordinadas cuando no tambaleantes.

David Mora realizó una bonita faena a su primer enemigo, ante el que exhibió un gran temple en series con ambas manos, un toro de mucha movilidad pero con la embestida algo rebrincada. Los aceros impidieron que el final fuera feliz.

En el segundo de su lote, un toro nobilísimo pero sin transmisión, Mora realizó una faena correctísima pero un poco fría. Le faltó poner un poco más de pasión en el asunto. Una espléndida estocada elevó el decaído ánimo del público, quien, con generosidad, exagerada le otorgó las dos orejas.

Buen capotero, José Garrido dio cumplida cuenta de ello en un espléndido quite por chicuelinas que realizó a su primero. Con la muleta, ante un enemigo muy noble pero un poco apagado, enjaretó una labor larga, limpia y de magnífico trazo. Lo que provocó la apoteosis fue la colosal estocada con la que de forma fulminante dio fin a su labor.

En el sexto y último de la tarde, Garrido volvió a realizar una faena de larguísimo metraje. Muy valiente, su labor fue deslavazada y de poco contenido. Tan sólo la generosidad, otra vez del público, fue capaz de que paseara una oreja por el albero.