Día Universal del Niño: un día para celebrar, 364 para trabajar

Maite Pacheco, directora de Sensibilización y Políticas de Infancia de UNICEF Comité Español

Hoy es 20 de noviembre, fecha en la que celebramos el Día Universal del Niño porque justo hoy hace 27 años que se aprobó el documento que guía todo nuestro trabajo: la Convención sobre los Derechos del Niño. Para nosotros es un día clave, un día de fiesta para celebrar todo lo que hemos conseguido, pero también una llamada de atención para recordar lo que todavía nos queda por hacer para que todos los niños, sin distinción, puedan disfrutar de sus derechos.

Desde 1989 hemos contribuido a logros sensacionales. Las muertes infantiles, la mayoría por enfermedades prevenibles como la neumonía, la diarrea o la malaria, se han reducido más de la mitad: de 12,7 millones de muertes anuales a 5,9 millones. Unos 2.600 millones de personas han logrado acceso a una fuente de agua potable y 2.100 millones a instalaciones de saneamiento adecuadas. El número de niños que no va a la escuela primaria ha pasado de 99 millones a 59 millones.

La cifra de niños y adolescentes sometidos a trabajo infantil ha disminuido un 40%: de 246 millones a unos 150 millones. Hay menos mujeres adolescentes que han sufrido alguna forma de mutilación genital: 37 millones, en vez de 49 millones.

Pero, a pesar de todos los avances, siguen sucediendo demasiadas cosas en el mundo que vulneran los derechos de los niños. Nos llegan imágenes de muerte y destrucción en Siria e Irak, así como de cuerpos inertes de niños en el Mediterráneo, o atrapados en otras innumerables rutas.

Pero nos llegan muchas más atrocidades, como la de miles de niños desnutridos en Sudán del Sur o Yemen, y situaciones que ya resultan aceptadas y cotidianas como la pobreza, los matrimonios infantiles, los abusos sexuales a niños incluso con discapacidad, las redes de trata, la esclavitud infantil y tantas otras aberraciones, antiguas pero por desgracia también contemporáneas.

UNA MIRADA A ESPAÑA

Sin llegar, afortunadamente, a ninguno de estos extremos, nuestro país tiene retos por delante en el cumplimiento pleno de los derechos de los niños. Retos que nos gustaría convertir en oportunidades. Porque en España también se producen situaciones que vulneran sus derechos. La brecha de la desigualdad sigue creciendo y la pobreza infantil se ha agravado en los últimos años: uno de cada tres niños vive en riesgo de pobreza o exclusión, casi 3 millones.

Durante el año electoral que hemos vivido, todos los grandes partidos políticos nos han hecho promesas para la infancia. Desde hace unos días ya tenemos formado un nuevo Gobierno y es hora de pasar de las palabras a los hechos.

En definitiva, hemos luchado para que todo esto se concrete gracias a una mayor y necesaria inversión en infancia. Los mecanismos sociales de protección representan un instrumento efectivo para reducir la vulnerabilidad y la privación, fortaleciendo las capacidades de las familias para proteger a sus hijos. Por eso, proponemos desde hace tiempo la necesidad, a medio plazo, de una prestación universal por hijo a cargo de 1.200 euros anuales.

Estamos contentos de que la infancia se haya puesto en el centro, al menos en los últimos discursos y algunos programas. Tenemos la esperanza de que España pueda llegar a ser algún día un país amigo de los niños. Ahora hay que aprobar presupuestos. Propongo a los políticos que sean valientes y que nosotros, ciudadanos, también lo seamos y apostemos por los niños, estén donde estén.