China entona el "mea culpa" por la mala educación de sus turistas

Chinos en Madrid
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El turista chino es ya uno de los más numerosos del mundo, y el más rumboso a la hora de gastar, pero una serie de incidentes en el exterior ha llevado a su Gobierno y a sus propios compatriotas a preguntarse si, además, es maleducado.

El último incidente lo protagonizó un adolescente chino llamado Ding Jinhao, que grabó los ideogramas chinos con el mensaje "Ding Jinhao estuvo aquí" en la efigie de un templo de 3.500 años de antigüedad en Luxor (Egipto).

Los padres del adolescente, de quince años y residente en Nankín (provincia de Jiangsu, sureste de China), avergonzados, pidieron disculpas tanto a Egipto como a los ciudadanos chinos a través de los medios locales.

Pero el escándalo en China fue tal que el propio portavoz del Ministerio de Exteriores, Hong Lei, se vio obligado a reaccionar esta semana.

"En los últimos años cada vez más turistas chinos viajan a otros países. Esperamos que este turismo mejore la amistad con los países extranjeros y también que los turistas chinos respeten las leyes locales y sepan cómo comportarse", afirmó.

Pero el protagonizado por el adolescente no es sino el último de una serie de incidentes que han corrido como la pólvora por las redes sociales chinas.

Entre ellos hay desde un vídeo en el que se ve cómo una madre china permite a sus hijos defecar en el suelo del aeropuerto de Taipei a las denuncias de que numerosas parejas falsifican certificados de matrimonio para gozar de las ofertas a los recién casados en las islas Maldivas.

Hasta tal punto ha cundido la preocupación por el comportamiento de los turistas, que el Gobierno chino promulgó este martes una convención en la que insta a los ciudadanos a cuidar su comportamiento y mostrarse educados cuando viajen al extranjero.

El documento, colgado en la página oficial del Gobierno chino, recuerda que "ser un turista civilizado es obligación de todo ciudadano" y enumera normas de buen comportamiento como el "tener cuidado con las reliquias culturales", respetar los derechos de otros, no ensuciar el medioambiente y evitar daños a las infraestructuras.

También enumera como "comportamiento inadecuado" actos como el de tirar basura, escupir, cruzar por donde no está señalizado o no guardar su turno en las filas.

Incluso el viceprimer ministro chino Wang Yang ha tomado cartas en el asunto.

En una teleconferencia el mes pasado para abordar la nueva Ley de Turismo en el país, que entrará en vigor el próximo 1 de octubre, el alto funcionario indicó que "hay que alentar el buen comportamiento de los turistas".

"Hacen un jaleo terrible en los lugares públicos, graban sus nombres en los monumentos turísticos, hacen caso omiso de los semáforos en rojo al cruzar la calle y escupen por todas partes. Esto daña nuestra imagen nacional y tiene un efecto terrible", se lamentó Wang.

Al hilo de este argumento, Zhou Xiaoping, responsable en la Administración de Turismo Provincial de Jiangsu, aseguró que si los viajeros chinos se comportan de manera educada, la imagen de China en el exterior también mejorará.

Y aunque estos incidentes han sido muy sonados, también cabe recordar que representan una minoría en un grupo demográfico, el del turista chino, que ha crecido exponencialmente en los últimos años.

Si en el año 2000 apenas diez millones de chinos viajaron al exterior, el año pasado lo hicieron 83 millones, y se calcula que para el año 2020 llegarán a los 200 millones.

Es un mercado que despierta un enorme entusiasmo en el sector, no sólo por su volumen, sino también por su gasto.

Según las cifras de la Organización Mundial de Turismo (OMT), el año pasado los viajeros chinos gastaron 102.000 millones de dólares, lo que representó un aumento del 40 por ciento con respecto al año anterior y con lo que se convirtieron en el primer grupo del mundo en cuanto a gasto turístico.

Ello los convierte en objeto de deseo por parte de las empresas turísticas y gobiernos, que en muchos casos han desarrollado planes de márketing especialmente adaptados a este público.

En España, el cuarto país europeo por entrada de visitantes chinos, en 2012 entraron 177.100 turistas de esta nacionalidad, lo que representó un crecimiento del 55 por ciento.