Ruiz-Gallardón será el ministro de Justicia

  • Ana Botella será ahora, con toda probabilidad, su sucesora al frente del Ayuntamiento

Alberto Ruiz-Gallardón, político de raza desde antes de cumplir la mayoría de edad, eterna promesa del partido que ayudó a fundar su padre junto a Manuel Fraga y "verso suelto" del PP, como se definió a sí mismo, se ha unido al poema que ha compuesto Mariano Rajoy para sacar a España de la crisis. El nuevo ministro de Justicia, como ha anunciado Rajoy es hoy, recién cumplidos los 53 años, un político disciplinado y dispuesto sin reservas a llevar a cabo el programa con el que su partido obtuvo el pasado día 20 de noviembre la confianza de más del 44 por ciento de los electores.

Casi 17 años después de abandonar el Senado para ser presidente autonómico dos legislaturas y más tarde alcalde de la capital otras dos, su elección como diputado el 20N y, sobre todo, su inclusión en el gabinete de Rajoy, significan la recuperación para la política española de quien ha sido visto con recelo por un sector del PP y por parte del entorno mediático del partido.

Ruiz-Gallardón tiene fama de trabajador incansable y también de ser exigente con su equipo hasta la severidad. Se encuadra evidentemente en el centro derecha pero su idea de que un político debe por encima de todo identificar los deseos de los ciudadanos le ha llevado a adoptar posturas individuales relativamente alejadas en ocasiones de las de su partido.

Es considerado en general un político ambicioso y son muchos los que han estado convencidos siempre, y lo están todavía hoy, de que su obsesión es llegar a lo más alto.

Eso, unido a su inclinación durante largos años a presumir de las diferencias ideológicas con sus compañeros de partido más que a apoyarse en las coincidencias le han acarreado no pocos adversarios en el PP, sobre todo en el PP de Madrid.

Las dos circunstancias se unieron por primera vez en 2004, cuando su "mano derecha", Manuel Cobo, se plantó para disputar la Presidencia del PP de Madrid a la recién elegida presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, en la que fue la primera crisis interna que afrontaba Mariano Rajoy como líder del PP. La segunda ocasión se produjo en enero de 2008, cuando el propio Rajoy tuvo que dejar a Gallardón fuera de las listas del Congreso, para las que se había ofrecido públicamente, ante la presión de Aguirre para formar parte también en ese caso de la candidatura de Madrid, lo que implicaba su renuncia a la Presidencia regional y un riesgo innecesario de perder las elecciones autonómicas.

Gallardón se confesó aquel 16 de enero "triste", "abatido" y "derrotado" y anunció que abriría, tras las elecciones generales del 9 de marzo, un "periodo de reflexión personal y compartida" con las personas que le habían acompañado en los últimos años sobre si abandonaba o no la política.

Aquella reflexión acabó por mantenerle al frente del Ayuntamiento y, a pesar de alguna discrepancia con Aguirre, como la que protagonizaron el año pasado por el control de Caja Madrid y, colateralmente, por el supuesto espionaje a políticos madrileños, entre ellos Manuel Cobo, le ha conducido a reducir sus roces con otros compañeros de partido y a integrarse en el equipo más cercano a Rajoy.

En todo caso, esas discrepancias ideológicas que ha mantenido, y para algunos alimentado, durante años, le han situado ante buena parte del electorado en la zona más centrista del PP, y eso le ha permitido arañar los suficientes votos en áreas tradicionalmente de izquierdas como para aumentar constantemente su ventaja electoral sobre al PSOE, fuera quien fuera su adversario, desde Cristina Almeida a Trinidad Jiménez y Miguel Sebastián.

Su imagen centrista, incluso de favorito de la izquierda para dirigir el PP según algunos sectores de su partido, le ha permitido también acoger en su equipo a la esposa del ex presidente José María Aznar, Ana Botella, marcadamente situada por la mayoría del electorado en el lado más conservador del PP, sin merma apenas de su halo de moderación.

Precisamente Ana Botella será ahora, con toda probabilidad, puesto que así lo admitió recientemente Manuel Cobo, y aunque ella no lo haya reconocido públicamente, su sucesora al frente del Ayuntamiento