Cientos de jóvenes denuncian a los organizadores de una capea por dejarles tirados

  • 4.000 personas se reunían en la finca paar una fiesta capea
  • Faltaron autobuses para regresar a la capital

Cientos de jóvenes presentarán una demanda colectiva contra los organizadores de una fiesta celebrada el pasado sábado en las afueras de Fuentidueña del Tajo (Madrid) en la que faltaron autobuses para regresar a la capital, por lo que muchos de ellos tuvieron que ser exiliados en el campo.

Más de trescientos jóvenes se han puesto en contacto ya con Juárez Bufete Internacional para denunciar lo ocurrido y emprender una acción colectiva contra los organizadores del evento para pedir responsabilidades civiles, como la devolución del dinero, e indemnizaciones por daños y perjuicios y por daño moral.

Así lo han confirmado fuentes del citado bufete, que tuvo conocimiento el domingo de los hechos ocurridos la madrugada anterior y que espera que en los próximos días aumente considerablemente el número de afectados que se unan a la demanda colectiva.

Según el relato de los afectados, unas 4.000 personas se reunían en la finca Bellavista de Fuentidueña del Tajo, ubicada a varios kilómetros de esa localidad y de Estremera, cuando comenzó a faltar comida y bebida y además una carpa se hundió parcialmente, por causas que se desconocen.

Entonces los organizadores decidieron dar por finalizada la fiesta y la mayoría de los jóvenes se dirigieron hacia el aparcamiento para coger los autobuses de vuelta a Madrid, pero únicamente unos pocos lo consiguieron, ya que los pocos autocares que había salieron y ya no regresaron, según el bufete de abogados.

Algunos jóvenes se quedaron en la finca para esperar a que llegaran autobuses y resguardarse de la lluvia, pero los organizadores les echaron, según el relato que los afectados han trasladado a los abogados, por lo que decidieron comenzar a andar por la carretera.

Entre seiscientos y mil jóvenes invadieron la carretera, lo que obligó a la Guardia Civil a cortar el tráfico varias horas y a escoltarles, según ha confirmado el instituto armado, que ha detallado que tanto los agentes como voluntarios de Protección Civil tuvieron dieron mantas y auxiliaron a algunos jóvenes que presentaban síntomas de hipotermia.

El letrado Ángel Luis Ramos ha precisado que Juárez Bufete Internacional aún no sabe quiénes son los responsables de la fiesta denominada "Segunda Capea Mr. Happiness", con el nombre comercial de una marca de ropa que asegura que ellos prestaron el nombre pero no organizaron el evento, y ha destacado el peligro que corrieron los afectados.

"Ya ha sido algo grave, pero lo podría haberlo sido mucho más y haber ocurrido algo similar a lo que pasó en el Madrid Arena", ha sostenido. Ahora el bufete recaba información sobre quiénes son los organizadores y sobre si el evento contaba con el permiso correspondiente.

NO SOLICITARON PERMISO

Fuentes de la Consejería de Presidencia de la Comunidad de Madrid han explicado que el Ejecutivo regional no había recibido ninguna solicitud para la celebración de este evento. Mientras tanto, la Guardia Civil y la Policía Nacional está recibiendo denuncias de los afectos en diferentes puntos de la Comunidad de Madrid.

Uno de los asistentes a la fiesta, Santiago de Norverto Martínez-Peñalver, ha relatado a Efe que los asistentes pagaron entre 30 y 40 euros por el evento y la entrada incluía autobús de ida y vuelta, comida y bebida, pero los autobuses funcionaron mal desde el principio y "solo había 200 'bocatas' para unas 3.000 personas", de manera que "lo único que había era alcohol".

"Comenzó a llover y casi todo el mundo se metió en la carpa, por lo que no se podía andar dentro, y además la tarima se partió", explica De Norverto, que recuerda que sobre la medianoche los asistentes "se lanzaron contra los autobuses", que estaban mal organizados, porque "se veía venir" que iba a haber problemas.

Los organizadores se fueron en uno de los autobuses y les dijeron que esperaran, mientras que unos trabajadores de la finca les dejaron refugiarse en un "zulo", según ha dicho, en el que encendieron unas hogueras para calentarse. Intentaban llamar por teléfono, pero había mala cobertura.

A De Norverto le recogió su padre sobre las seis de la mañana, y entonces vio a cientos de jóvenes caminar por la carretera, lloviendo y a oscuras, algunos de ellos parando a otros autobuses o haciendo autostop.