El primer ministro libio, secuestrado varias horas por antiguos rebeldes

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Ali Zeidan |Telemadrid

El primer ministro libo, Ali Zidán, ha permanecido varias horas secuestrado por un grupo de antiguos rebeldes integrados en un cuerpo de las fuerzas de seguridad, en un nuevo golpe contra la credibilidad del Gobierno en su estrategia de restablecer los aparatos de seguridad y poner coto a la inestabilidad en el país.

El calvario de Zidán, que inmediatamente después de su liberación mostró su deseo de que el problema se solucione con "sabiduría", comenzó a las 05.00 hora local (03.00 GMT) cuando varias decenas de milicianos del cuerpo "La lucha contra el crimen", dependiente del Ministerio de Interior, irrumpieron en el céntrico hotel Corintia de Trípoli, donde reside el primer ministro, y se lo llevaron a un lugar desconocido.

Durante las primeras horas del secuestro reinaron la confusión y las informaciones contradictorias.

Por un lado, según sus secuestradores, Zidán había sido detenido y trasladado a una comisaría de acuerdo con la ley, acusado de "atentar contra la entidad y la seguridad" del Estado. Por otro, varias fuentes gubernamentales aseguraron a Efe y a medios locales que desconocen la razón del secuestro y la identidad de los asaltantes.

"CRIMEN Y SECUESTRO"

A media mañana, y tras una reunión de emergencia, el Gobierno condenó lo sucedido, lo calificó de crimen y de secuestro y exigió la inmediata liberación del jefe del Ejecutivo.

"Los secuestradores tienen que asumir la responsabilidad legal, moral y nacional de la seguridad personal del primer ministro y la obligación de liberarlo inmediatamente", decía en una rueda de prensa el ministro de Justicia, Salah al Margani, arropado por el resto del gabinete.

Minutos después se extendió el rumor de que Zidán había sido liberado. Una noticia que no tardaría en confirmar como cierta el portavoz del Gobierno, Mohamed Yehia Kaber.

"El primer ministro ha sido liberado y se encuentra en buen estado de salud", dijo el portavoz, quien subrayó que Zidán no había sido puesto en libertad por sus captores, dando a entender que su liberación se produjo gracias a una intervención de las fuerzas de seguridad.

Hacia las 12.00 GMT, el jefe del Ejecutivo hacía su entrada en su oficina rodeado de amplias medidas de seguridad, poniendo fin a un secuestro que se prolongo unas diez horas y que ha mantenido en vilo al país y a parte de la comunidad internacional.

La OTAN, la Liga Árabe o el Reino Unido fueron algunos de los organismos internacionales y países que se precipitaron a condenar el secuestro.

"ES VITAL QUE SE MANTENGA EL PROCESO DE TRANSICIÓN"

"Es vital que se mantenga el proceso de transición política en Libia. El Gobierno y el pueblo de Libia tienen todo nuestro apoyo en este momento preocupante", dijo el titular del Foreign Office británico, William Hague, tras conocerse el secuestro.

En sus primeras declaraciones tras recuperar su libertad, Zidán, con claras señales de agotamiento, felicitó a los cuerpos de seguridad y reconoció que en Libia hay muchos problemas que solucionar.

En un breve discurso ante el Gobierno y miembros del Congreso Nacional, el primer ministro, al igual que había hecho horas antes el titular de Justicia, quiso también lanzar un mensaje tranquilizador a las misiones diplomáticas y a los residentes extranjeros.

Según Zidán, que no dio detalles sobre el secuestro, lo ocurrido responde a "disputas políticas internas" en las que "los extranjeros no son el blanco".

No obstante, lo ocurrido no deja de ser el último episodio de una cadena de asesinatos de responsables de seguridad, ataques contra comisarías y misiones diplomáticas, sabotajes en instalaciones petroleras y enfrentamientos armados entre distintas tribus, que ponen en entredicho la capacidad de Zidán y su equipo para imponer su autoridad en Libia.

La proliferación de armas, la debilidad de las fuerzas de seguridad y las insubordinaciones protagonizadas por varias milicias y algunos rebeldes que participaron en 2011 en la caída del régimen de Muamar al Gadafi continúan siendo el talón de Aquiles del Gobierno desde el comienzo de la transición.

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