La crisis no da tregua en Portugal 12 meses después del rescate

La huelga general en Portugal congestiona el tráfico en los núcleos urbanos
La huelga general en Portugal congestiona el tráfico en los núcleos urbanos |Telemadrid

Portugal cumple ahora un año intervenida sin que el rescate financiero haya mejorado sus cifras macroeconómicas, lo que se refleja en la "vida real" en forma de aumento de parados y emigrantes, así como en la profundización de las brechas sociales.

Los 78.000 millones de euros concedidos por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional han servido para garantizar la estabilidad financiera del país, pero no para revitalizar de momento su economía.

En estos doce meses han perdido su puesto de trabajo más de 100.000 portugueses y se prevé que este año sigan sus pasos otros 40.000 más; su PIB se ha contraído un 1,6 % y caerá el doble en 2012; y el gasto y la inversión pública se han desplomado.

La recesión ha contribuido a que la deuda pública del país supere ya incluso el valor total de su economía, sobrepasando así los 180.000 millones de euros.

La ayuda externa ha permitido al país contar con financiación para cumplir con sus compromisos y evitar el riesgo de impago, aunque no ha logrado reducir la presión de los mercados, con sus títulos a diez años cotizando en el entorno del 12 %, cinco puntos más que hace un año.

El préstamo de la troika llevaba, como contrapartida, la adopción de un vasto programa de ajustes que el Gobierno luso ha aplicado con firmeza.

Entre las medidas de austeridad adoptadas destaca el incremento de la carga fiscal, ejecutado a través de un aumento del IVA que ha encarecido para todos los portugueses por igual desde la luz y el gas hasta la compra de alimentos como el fiambre, las conservas de verduras o las frutas envasadas.

Pero no sólo. El precio del transporte público ha subido un 15 % de media, funcionarios y pensionistas han perdido parte de sus pagas extra, y acudir al médico, comer fuera o ir al cine es hoy más caro que en abril de 2011.

Todo ello ha penalizado el consumo privado, considerado fundamental para regresar a la senda del crecimiento, a lo que también ha contribuido el aumento del coste del petróleo, con el litro de gasolina 95 a 1,8 euros, un valor récord.

Precios similares o incluso superiores al de otros países europeos, pese a que el salario medio en Portugal ronda los 17.000 euros anuales, significativamente inferior al de la mayoría de socios comunitarios, lo que también ha agravado las ya de por sí elevadas diferencias sociales en el país.

El Gobierno luso, de signo conservador, sigue convencido de que el de la austeridad es el único camino posible para el país, lo que sumado a reformas estructurales como la del mercado de trabajo, le hacen prever que la recuperación económica comience en 2013.

Como señal positiva, el Ejecutivo esgrime el incremento de sus exportaciones, lo que ayuda a reducir su déficit comercial (considerado uno de sus principales problemas), y recuerda que confía en rebajar su déficit hasta el 3 % el año próximo.

"Estamos a la mitad del camino", señalaba esta semana su ministro de Finanzas, Vítor Gaspar.

En la calle, sin embargo, algunos no son tan optimistas. Como Luís Andrade, un joven que trabajó de operador telefónico durante dos años y que perdió su empleo hace dos meses.

"Estoy haciendo un curso de formación, pero si no encuentro nada, no puedo descartar irme al extranjero. No quiero quedarme en casa de mis padres toda la vida", explica. Ahora forma parte de ese 35 % de menores de 25 años que está en el paro.

Se calcula que cerca de 150.000 portugueses ya han abandonado el país en este período, muchos de ellos altamente cualificados, y la marcha de inmigrantes también se empieza a percibir.

Peor lo tiene Luís, operario industrial, quien a sus 48 años es un "parado de larga duración". Tiene una hija y una vivienda que mantener, pero su subsidio se reduce a 100 euros mensuales.

"Veo muy negro el panorama, y los políticos no tienen sensibilidad", sentencia a la salida de una oficina de empleo sin ocultar su indignación.