El frío dificulta la labor de rescate y atenaza a supervivientes japoneses

El intenso frío en el noreste de Japón dificulta hoy las labores de rescate y atenaza a los supervivientes en las zonas devastadas por el terremoto y el posterior tsunami del día 11, que causó al menos 12.000 muertos o desaparecidos.

La nieve y las bajas temperaturas elevan el riesgo de que sufran hipotermia miles de damnificados que carecen de electricidad para encender las estufas o de mantas para abrigarse.

Según los meteorólogos, los termómetros bajarán esta noche hasta los cinco grados bajo cero en las provincias de Miyagi y Fukushima, entre las más devastadas por el seísmo de 9 grados de magnitud en la escala Richter y la ola gigante que hasta ahora han ocasionado 4.164 muertos.

La agencia Kyodo informó de esas temperaturas invernales cuando está a punto de empezar la primavera en la isla de Honshu, parte de cuya costa oriental amaneció hoy cubierta de un color blanco que ocultó por unos momentos las ruinas de cerca de 80.000 edificios dañados.

Cinco días después de temblar la tierra en Japón, los militares y voluntarios extranjeros siguen buscando víctimas bajo los escombros pero cada vez dedican más personal y recursos a repartir ayuda e identificar a las víctimas.

Ése es un proceso complicado porque muchos cuerpos han quedado irreconocibles y hay tan pocos forenses disponibles que algunos exámenes los realizan policías locales que solo cuentan con fotografías aportadas por las familias y un listado de nombres de los desaparecidos.

El ministro de Defensa nipón, Toshimi Kitazawa, tras la reunión de emergencia del Gobierno anunció que 10.000 los reservistas han sido llamados a filas para ayudar a los soldados.

La unidad de reemplazo será desplegada por primera vez desde la fundación en 1954 de las Fuerzas de Auto Defensa, como se conoce al Ejército en Japón después de la derrota en la II Guerra Mundial.

Mientras tanto, alrededor de 100.000 personas pudieron regresar a sus casas, pero casi medio millón sigue viviendo en refugios a la espera de ser alojados en 33.000 viviendas prefabricadas que se están habilitando en espacios limpios de los restos de la catástrofe.

La lenta vuelta a la normalidad se confirmó con la reapertura esta mañana de varias lonjas en la provincia de Aomori, que permitió reanudar la faena a los pescadores y aliviar la escasez de alimentos frescos.

También se ha empezado a pensar en los niños en edad escolar, que serán atendidos por psicólogos especialistas al no poder regresar a sus colegios pues quedaron destruidos.

Sin embargo, todavía es patente la carencia de combustible, mientras siguen ocurriendo frecuentes apagones pese a los cortes de electricidad en otras provincias para garantizar el suministro.

Las autoridades racionan la gasolina y dan prioridad a los vehículos que transportan material de emergencia y camiones de bomberos, militares y policías que se dirigen a las zonas afectadas llenos de provisiones.

Buena parte del material procede de la comunidad internacional, volcada con Japón, que ha recibido ofertas de ayuda de más de 150 países, organizaciones humanitarias y agencias de Naciones Unidas.

Junto al fuel, la otra necesidad apremiante es agua potable, a la que desde el viernes no tienen acceso millón y medio de personas, y que intenta distribuir una flota de 300 camiones-cisterna despachados por el Ministerio de Sanidad.

Tal es la magnitud de la tragedia que el emperador Akihito se dirigió esta tarde a la población por primera vez en sus 22 años de reinado para animar a los damnificados y expresar su deseo de que pronto se pueda resolver su situación de desamparo.