La fascinación de EEUU por Lincoln perdura 150 años después de su asesinato

Pocos presidentes suscitan en EEUU tanta fascinación como Abraham Lincoln, cuyo asesinato en el Teatro Ford de Washington, del que se cumplen 150 años, provocó una enorme conmoción y cambió para siempre la historia del país.

Con su fachada de ladrillo rojo visto y sus cinco puertas blancas con arcos, el mítico teatro continúa en pie en el número 511 de la Calle 10, en el bullicioso centro de la capital de Estados Unidos. Medio millón de visitantes acuden cada año al Ford para ver una obra teatral y, sobre todo, contemplar el palco en el que Lincoln se sentó por última vez el Viernes Santo del 14 de abril de 1865.

Ese día, el decimosexto presidente de EEUU descansaba en la Casa Blanca tras ganar la sangrienta Guerra de Secesión (1861-1865) al mando de la Unión (estados del norte) contra la secesionista Confederación (estados del sur), que causó más de 600.000 muertos.

La victoria militar hizo posible preservar la unidad del país, abolir la esclavitud (institucionalizada en los estados sureños), modernizar la economía y fortalecer el Gobierno central.

Aquel 14 de abril, pues, Lincoln estaba de muy buen humor: "Nunca le había visto tan contento. Incluso gastaba bromas", escribió su esposa, Mary Lincoln, en una carta enviada a un amigo.

Aficionados a las artes escénicas, el jefe de Estado y la primera dama decidieron ese Viernes Santo por la tarde ir al cercano Teatro Ford, donde se representaba la comedia "Nuestro primo americano". En el tercer acto, las risas se tornaron en horror cuando el famoso actor John Wilkes Booth, un simpatizante de la Confederación que conocía el auditorio a la perfección, irrumpió en el palco presidencial y disparó a Lincoln por la espalda en el cabeza.

"Por esta escalera subió Lincoln y se dirigió hacía aquella puerta para acceder al palco. Fue el mismo camino que siguió Wilkes Booth", relata a Efe Lauren Beyea, portavoz del Teatro Ford, al evocar los pasos que condujeron al mandatario a su fatal destino.

El director del teatro, Paul Tetreault, emplea un símil muy gráfico para describir la repercusión del magnicidio: "Imagine que (las estrellas de Hollywood) Johnny Depp o Brad Pitt disparasen contra el presidente de Estados Unidos", comenta.

La pistola que portaba Wilkes Booth, una Deringer de acero con empuñadura de madera capaz de albergar una única bala, puede verse actualmente en una urna de cristal habilitada en una exposición que ha organizado el Teatro Ford.

Como dice Tetreault, el arma "es diminuta, cabe en la palma de la mano y, aún así, cambió el curso de la historia de este país". Malherido, Lincoln fue evacuado a la Casa Peterson, justo enfrente del teatro, donde los médicos hicieron lo imposible por salvar su vida, mientras la noticia corría como la pólvora y una multitud esperaba un milagro a las puertas del improvisado hospital.

No hubo tal y Lincoln falleció a las 07:22 de la mañana del 15 de abril a los 56 años y se convirtió en el primer presidente asesinado de Estados Unidos.

Por su parte, Wilkes Booth, que huyó a caballo de la escena del crimen, murió once días más tarde acorralado en una granja del estado de Virginia y tiroteado por un soldado de la Unión.

SIGLO Y MEDIO

Un siglo y medio después de la tragedia que elevó a Lincoln a la categoría de mártir nacional, los estadounidenses pueden explorar su legado a través de simposios, exposiciones y obras teatrales programados en todo el país para conmemorar el aniversario.

Además, el próximo miércoles, cuando se cumplan 150 años de la muerte del mandatario decimonónico, será declarado "Día de Conmemoración" de Lincoln por el presidente de EEUU, Barack Obama, un ferviente admirador suyo que comparte con él unos orígenes poco acomodados y haber ejercido como legislador del estado de Illinois.

El fervor de Obama también encuentra eco en sus compatriotas, como reflejan las encuestas sobre el prestigio de los presidentes de EEUU elaboradas en el país durante los últimos setenta años.

Lincoln sale elegido a menudo, junto a George Washington y Franklin D. Roosevelt, entre los tres presidentes más queridos por los estadounidenses, muchos de los cuales creen -como apunta Tetreault- que "lo envió Dios para mantener el país unido".

El interés que suscita es tan grande, que unos 15.000 libros se han escrito sobre Lincoln, entre ellos más de una veintena firmados por el historiador Harold Holzer, quien opina que el magnicidio transformó al presidente en "un santo de la noche a la mañana".

"Él salvó la democracia en EEUU. Abolió la esclavitud. Y ejemplifica el sueño americano. Él es la persona que demuestra que no hay que ser un rico hacendado para llegar a presidente", señaló a Efe Holzer, al desgranar los motivos de la popularidad del Lincoln.

Lincoln también forma parte de la vida cotidiana estadounidense al dar nombre a muchas ciudades, incluida la capital de Nebraska, toda vez que su efigie -con su inconfundible perilla- figura en el billete de cinco dólares y en la moneda de un centavo.

Tal y como sucedió hace 150 años tras confirmarse la muerte de Abraham Lincoln, las campanas de las iglesias de Washington volverán a repicar el próximo miércoles en memoria del héroe que, en palabras de Holzer, todavía inspira "los sueños de Estados Unidos".