Un atropello deliberado en Jerusalén dispara la tensión al máximo

  • Un capitán de la Policía israelí de fronteras murió hoy y trece personas más resultaron heridas
  • Un conductor kamikaze palestino provocó el atropello en Jerusalén
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Un capitán de la Policía israelí de fronteras murió y trece personas más resultaron heridas de diversa consideración en el ataque de un conductor kamikaze palestino en Jerusalén, el segundo que ocurre en la ciudad santa en las últimas dos semanas y que ha disparado la tensión.

Testigos explicaron a Efe que un hombre al volante de una furgoneta blanca penetró en la líneas del tranvía y cruzó a máxima velocidad frente a la estación de Shimon Hatzadik, muy utilizada por ultraortodoxos para rezar en una conocida tumba judía homónima en Jerusalén Este.

Allí atropelló al oficial y a otros tres miembros de una de las decenas de patrullas que el Gobierno israelí ha desplegado en la parte este de la ciudad desde que el pasado 22 de octubre dos personas perdieran la vida de la misma manera en un ataque similar a apenas un kilómetro de distancia.

El conductor recorrió al volante unos 200 metros más, antes de chocar con dos vehículos en una intersección. "Se volvió loco, sacó una barra de metal y comenzó a intentar pegar a la gente y a gritar 'Alahu Akbar' (Alá es el más grande)", declaró a Efe Yosef, miembro de la comunidad haredí (ultraortodoxa) que se encontraba en la zona.

"Llegó la Policía enseguida, lo rodeó y le disparó cuando corría por aquí, por estas vías", agregó, mientras señalaba con el dedo una mancha de sangre entre los raíles.

Apenas una hora después, el movimiento islamista Hamás aplaudió la acción del kamikaze, identificado como Ibrahim Al Akari, de 48 años, al que calificó de "uno de nuestros mártires, defensor de la mezquita de Al-Aksa".

"Vivía en el campo de refugiados de Shuafat (Jerusalén Este) y era electricista. De Hamás era su hermano, que estuvo en la cárcel, fue liberado durante el intercambio por el soldado Gilad Shalit y enviado a Turquía", indicó a los periodistas Anjab Abu Azzam, subdirector del centro Médico Al Hayat, situado a escasos metros.

Abu Azzam, que conocía al atacante, señaló que era padre de cinco hijos y que no era un activista, sino uno de los muchos palestinos cansados de la tensión que vive la ciudad desde el pasado julio.

"Son las pequeñas cosas diarias. Cada día nos hacen la vida más difícil" y, si a ello se suma "lo que está pasando en la Explanada de las Mezquitas, no es una sorpresa que pasen estas cosas", añadió.

TENSIÓN CRECIENTE EN LOS BARRIOS DE JERUSALEM

Los barrios árabes de Jerusalén son testigos de una creciente tensión desde que a principios de julio ultranacionalistas judíos quemaran hasta la muerte a un menor palestino, en venganza por el asesinato tres semanas antes de tres estudiantes israelíes a manos de exconvictos de Hamás en Cisjordania ocupada.

Desde entonces, los ataques con piedras al tranvía, que corre a lo largo de la línea verde de 1967, se han repetido, así como las agresiones de colonos y los enfrentamientos entre jóvenes palestinos y agentes israelíes.

Una tensión que se disparó hace dos semanas con el primer kamikaze y que se multiplicó el pasado miércoles cuando un palestino tiroteó y dejó gravemente herido en Jerusalén Oeste a Yehuda Glick, rabino ultranacionalista que trabaja para cambiar el estatus de la Explanada de las Mezquitas.

Al igual que los dos atacantes palestinos, el pistolero fue muerto a tiros por la policía horas después, al parecer cuando se resistía, armado, a ser detenido en su casa del barrio de Abu Tor, en Jerusalén Este.

Horas después de ese intento de asesinato, las autoridades israelíes decidieron cerrar totalmente la explanada al culto musulmán y a las visitas, medida sin parangón desde 1967 que contribuyó a azuzar la ira musulmana.

La explanada fue reabierta apenas 24 horas después de que así lo pidiera la comunidad internacional, con Estados Unidos a la cabeza, pero esta mañana volvió a ser clausurada debido a los incidentes que estallaron cuando un grupo de judíos quiso acceder a ella para rezar.

Los judíos veneran el recinto como lugar de emplazamiento del Segundo Templo bíblico, destruido por los romanos hace 2.000 años.

Al incremento de la tensión también han contribuido las palabras de políticos de ambos lados -el presidente palestino, Mahmud Abás, llamó a defender Al Aksa por todos los medios- y acciones como la decisión del Gobierno israelí de autorizar la construcción de nuevas colonias en Jerusalén Este.

"Claro que la mezquita de Al Aksa ha jugado un papel. La gente está muy enfadada. Pero también la presencia de tanto policía israelí en Jerusalén Este, que molesta a cualquiera que pase por la calle", explicó a Efe un activista palestino.