El Real Madrid aprueba su primer examen difícil

  • Cómodo triunfo por 2 - 0 diseñado en quince minutos iniciales de un fútbol avasallador
  • Goles de Cristiano Ronaldo y Mesut Özil

Noche de gala en el Santiago Bernabéu para acoger un clásico del fútbol mundial en el que el Real Madrid debía presentar a Europa su candidatura a la soñada 'décima'. El Milán era la primera prueba de alta exigencia para un equipo en progresivo crecimiento.

No defraudó a una afición que se había acostumbrado a ver el mismo guión en las visitas de equipos italianos. Roma, Juventus y Milán desactivaron el factor magia del coliseo blanco en los últimos años. Ahora ve once gladiadores liderados por José Mourinho.

Un sistema de ayudas defensivas para frenar el tridente mágico que forman Ronaldinho, Pato e Ibrahimovic. Y un fútbol directo con quince minutos de arrebato que dejaron al Milán en la lona. Para Mourinho era "un partido más" en rueda de prensa, pero no lo fue a la hora de la verdad. La motivación con la que saltaron al césped sus jugadores lo demostró.

Desde el primer balón que tocó, Cristiano Ronaldo reclamó los focos. El portugués sintió que era su noche. El ambiente especial empujó a los jugadores madridistas a un inicio arrollador.

Y Cristiano ejecutó. Provocó una falta al borde del área Xabi Alonso, empujado por la espalda cuando armaba el disparo. Poca distancia al arco. Había que apostar por la potencia y en eso Ronaldo es de los mejores. Rompió el balón y se alió con la fortuna al abrirse la barrera. Doce minutos y el partido se rompía.

Empujado por la dinámica goleadora en la que ha entrado, el Real Madrid empequeñeció las virtudes de su rival. Dos minutos de vértigo y una nueva acción de Cristiano acabó en la red. Su pase lo remató Özil y su disparo golpeó en Bonera para cambiar la trayectoria y engañar a Amelia, titular ante la baja de Abbiati.

Invitó el Real Madrid a levantarse al Milán. Con ventaja en el marcador de dos tantos podía jugarle al contraataque y presumir de velocidad y pegada. Aceptó de buen gusto el equipo italiano, de los pocos del 'Calcio' que convive a gusto con la pelota. Pirlo tiene gran parte de culpa. Un futbolista superior.

Cada año que cumple juega mejor al fútbol. No es el caso de Ronaldinho. Más ligero de peso pero con pocas ganas de correr. Con el 80 a su espalda, un número que debería estar prohibido a cualquier futbolista, más aún cuando estuvo entre los más grandes. Lo que intentó no le salió, alejado de sus exhibiciones de azulgrana en el Bernabéu.

Marcelo exhibía su progresión en un soberbio marcaje a Pato e Iker Casillas aparecía para sacar, ayudado de la madera, un lanzamiento milimétrico de falta de Pirlo.

El guión había cambiado y la siesta del Real Madrid debía finalizar. Seedorf perdonaba en la que fue su casa. Solo, escorado, su disparo con la izquierda se marchó arriba cuando podía resucitar el partido. El que volvió a despertar fue Cristiano. Sus contragolpes acababan en acciones individuales. En una sacó un zurdazo, tras un recorte, ante el que se lució Amelia (min.37).

Con Higuaín desaparecido en combate, apareció Di María, pero contagiado del individualismo de Cristiano. Chutó arriba a pase del portugués y no quiso pasarle el esférico en una gran acción individual al borde del descanso cuando se llenó de balón tras irse de todos.

No cambiaría nada en la reanudación. La ventaja en el marcador permitía especular al Real Madrid. Tuvo más presencia, con Xabi Alonso dando una nueva clase de mando en la medular.

Faltó remate. Higuaín tuvo el gol en dos ocasiones, un cabezazo a pase de Marcelo (min.52) y un disparo blando culminando una jugada de equipo.(min.67). No era su día. El Milán mostraba impotencia. Sin ver huecos en una defensa, la madridista, que no ha encajado un solo tanto en tres partidos de Liga de Campeones.

El hambre de Cristiano le conducía a buscar el tercero pero chutó desviado con todo a su favor tras una nueva jugada de Marcelo.

Con el duelo sentenciado, solo restaba ver el ajuste de cuentas de la afición madridista con Robinho. La cerrada ovación dedicada a Clarence Seedorf y la atronadora pitada para Robinho muestran las dos formas tan dispares de marcharse del Real Madrid.