Venden 168 obras privadas de Pablo Picasso por casi 16 millones de euros

Un total de 168 obras privadas que el artista malagueño Pablo Picasso guardó en su estudio durante toda su vida se vendieron en una subasta en Londres por 12,1 millones de libras (15,8 millones de euros).

La casa Sotheby's sacó a puja 187 piezas, entre las que había 70 esculturas de cerámica y terracota y 106 trabajos sobre papel, que pertenecían a la colección de la nieta del pintor cubista Marina Picasso, y de las que finalmente 168 encontraron comprador.

La obra estrella fue Visage, un estampado en bronce que se vendió por 425.000 libras (602.139 euros) y que Picasso realizó entre 1933 y 1934 por medio de una técnica conocida como vaciado a la cera pérdida.

Supone un objeto único dado que el procedimiento escultórico por el que se realiza se remonta a tradiciones antiguas que usan moldes elaborados con cera de abeja para obtener figuras de metal. El golpe de martillo sonó con fuerza para fijar la venta por un valor de 305.000 libras (432.124 euros) de Trois visages (1953), un jarrón de cerámica vidriada con un rostro pintado en azul con los trazos característicos del artista.

Las esculturas expuestas a los compradores pertenecen a diferentes etapas de la producción de Picasso: desde sus primeros trabajos de 1947-48 hasta sus producciones más maduras de la década de 1960, entre las que se encuentran platos decorativos y piezas con formas de animales o humanos.

No solo las cerámicas triunfaron en la sesión de Sotheby's, ya que los trabajos de papel del malagueño, que abarcan desde finales del siglo XIX hasta sus últimos años de trabajo, consiguieron venderse a precios elevados. Ese fue el caso del dibujo con bolígrafo Études pour femme au chapeau (1939), que muestra cinco rostros del cubismo más representativo del autor, y que fue adquirido por 251.000 libras (355.616 euros).

Un poco más, 257.000 libras (364.117 euros), se pagaron por el dibujo a lápiz Homme jouant au violon (1912), uno de los que dan una visión más precisa de esa técnica que el autor de Las señoritas de Aviñón llegó a pulir y a dominar a la perfección.

Además de las líneas gruesas y vibrantes que caracterizan estos trabajos, también se subastaron paisajes y retratos más coloridos como Femme au chapeau à plumes (1919), que alcanzó las 233.000 libras (330.114 euros), y Nature morte aux fruits (1945), que se vendió por 173.000 libras (245.106 euros).

A pesar de que la casa de subastas deseaba vender la totalidad de las obras del genio del Guernica, no todas ellas encontraron comprador. Una de las decepciones de la jornada la protagonizó la que Sotheby's pensaba que iba a ser la pieza más preciada: un dibujo a bolígrafo sobre un recorte de papel de 1962.

Si bien se esperaba conseguir por la venta de la obra en cuestión, Visage de femme, más de 250.000 libras (354.000 euros), la casa decidió retirarla de la puja al no alcanzar el mínimo de dinero esperado. Sin embargo, los interesados pelearon por conseguir una de las paletas del autor repleta de óleos con diferentes tonalidades de rojos, verdes, azules y ocres; lote que finalmente se vendió por 45.000 libras (58.752 euros).

No es la primera vez que la nieta del afamado autor vende trabajos de su abuelo pertenecientes a su colección privada, una decisión que tomó hace unos años para poder dejar atrás el pasado. Creador del cubismo junto con sus pintores contemporáneos Georges Braque y Juan Gris, Pablo Picasso (1881-1973) es uno de los autores españoles más prolíficos ya que plasmó más de dos mil obras que hoy se reparten por museos de todo el mundo.

Desde que se instaló en París a principios del siglo XX, se centró en el estudio de la forma y el volumen y, tras analizar la obra de los franceses postimpresionistas Paul Cézanne y Paul Gauguin, rompió con el realismo para dar predominio a los fondos planos con líneas gruesas para crear Las señoritas de Aviñón (1907) y avanzar hacia el cubismo.

La obra cumbre de esta técnica que aúna tridimensionalidad, formas abstractas y un juego óptico en la estructura de las superficies se materializa en Guernica (1937), donde reflejó el horror que supuso el bombardeo a esta ciudad vasca durante la Guerra Civil española.