La emoción une las videoinstalaciones de Bill Viola con los clásicos

  • En el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid
  • Coincide con la representación en el Teatro Real de la opera de Wagner "Tristán e Isolda" para la que Viola ha realizado un vídeo de cuatro horas

La emoción es el nexo de unión entre las videoinstalaciones del artista norteamericano Bill Viola y las pinturas de Goya, Zurbarán, Alonso Cano o José de Ribera, con las que establecen un diálogo en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Con Bill Viola en diálogo, el arte contemporáneo se ha introducido en las salas de la Academia, que por segunda vez abre sus puertas al arte más actual para establecer relaciones con las obras de los grandes maestros.

La exposición, organizada en colaboración con el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, la Fundación Banco de Sabadell y NF Galería, es una buena ocasión para contemplar las obras maestras que se exhiben en este museo, el cual recibe anualmente unos 100.000 visitantes.

El proyecto, que coincide con la representación en el Teatro Real de la opera de Wagner Tristán e Isolda para la que Bill Viola ha realizado un vídeo de cuatro horas, propone una aproximación a la obra del artista norteamericano a través de sus relaciones con el legado artístico de los maestros que integran las colecciones de la Academia.

Pero este dialogo "no es una apropiación", en opinión del académico y comisario de la muestra Jordi Teixidor, ya que se trata de "unos gestos apenas perceptibles". La idea no es crear una representación "sino generar una emoción que se convierta en realidad", destacó el comisario, para quien las obras de Bill Viola son "la expresión plástica del vacío".

Entre las obras de Viola y las de los clásicos no existe relación formal alguna, pero sí una espiritualidad similar. "La Dolorosa de Juan de Mena no solo contiene un valor artístico sino que transmite un sentimiento espiritual, y esa espiritualidad se encuentra también en Dolorosa' de Viola", comentó.

ENCUENTRO CON ZURBARÁN

La emoción que mana en la creación de estas obras es el nexo de unión entre el arte y la historia del arte, afirmó Teixidor y recordó que Bill Viola tuvo un encuentro con Zurbarán en el Museo del Prado que marcó un antes y un después en su obra.

"La maestría de los clásicos trasciende el tiempo y se manifiesta en el arte actual. La relación entre el arte del pasado y el de hoy puede conducir al arte del futuro", según el académico.

En pocas ocasiones como la de hoy se habían concentrado en el Museo de la Academia tantos periodistas y cámaras de televisión. Ante todos ellos, Viola se mostró "profundamente honrado", "conmovido" y "encantado" de esta maravillosa ocasión de contemplar las obras del museo, que ya había visitado con anterioridad.

"El arte es algo universal, es algo que contiene emoción, creatividad y misterio", señaló el artista delante de su obra Rendición (2001), que se exhibe rodeada de pinturas de Goya.

Se trata de dos personajes enfrentados "que expresan sentimientos de dolor, de pérdida; un sentimiento profundo e intenso que necesitamos en el mundo real y que es muy difícil de ver en nuestro mundo dominado por las imágenes".

Los dos protagonistas de esta obra "van a sufrir un proceso al final del cual entran el uno en el otro y acaban desapareciendo. Es la destrucción del propio ser para crear uno nuevo. Hay lágrimas y agua en esta distorsión", explicó el artista.

Ese dolor está presente en "Dolorosa" (2000), una evocación de la universal condición humana del sufrimiento. Ubicada junto a La Dolorosa del escultor Juan de Mena, un hombre y una mujer, como si de dos retratos se tratara, aparecen presos de un dolor extremo, con lágrimas que corren por sus mejillas a cámara lenta.

Entre el San Jerónimo penitente de José de Ribera y el Cristo recogiendo sus vestiduras de Alonso Cano se puede contemplar El Quinteto de los Silenciosos (2000), una de las obras más grandes e impresionantes de la exposición.

En ella, cinco personas, muy próximas entre sí, muestran una intensa emoción. En un principio sus expresiones son neutras, pero poco a poco la emoción de cada uno de ellos va invadiendo al grupo entero. Después de unos minutos de emoción extrema, el sentimiento retrocede dejando a cada uno de ellos exhaustos.

También de emoción trata Montaña silenciosa (2001), un estudio de la aparición y efecto posterior de un desbordamiento emocional explosivo que recorre el cuerpo de un hombre y una mujer.

Su expresión facial y el movimiento de sus cuerpos muestran la tensión, mientras se retuercen y luchan contra una fuerza que amenaza con derribarles. Es un testimonio visual de la capacidad humana de resistir la autodestrucción y esforzarse en su renovación.