14ª de feria: La corrida de Alcurrucén, descalabro ganadero

La declarada mansedumbre de los toros de la ganadería de Alcurrucén, manifestada ya en la suerte de varas y muy patente en su descastada actitud en el último tercio, arruinó hoy otra de las corridas de mayor expectación de una feria de San Isidro que va sumando desastre tras desastre ganadero.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Alcurrucén, desiguales de volumen y pesos, pero casi todos de finas y buenas hechuras, en el tipo de su encaste. A pesar de ello, compusieron un lote manso en varas y muy descastado en el último tercio, con muy escasas opciones.

El Juli, de verde oscuro y oro: media estocada trasera y doce descabellos (pitos); estocada trasera desprendida (silencio).

Sebastián Castella, de azul rey y oro: pinchazo y bajonazo (palmas tras aviso); estocada desprendida (silencio).

José Garrido, de espuma de mar y plata: estocada desprendida (ovación tras aviso); pinchazo, media estocada tendida y estocada (silencio tras aviso).

Garrido confirmó su alternativa con el toro "Lancero", nº 6, negro bragado y de 572 kilos de peso.

El Rey Juan Carlos presenció la corrida junto a la Infanta Elena y su nieta Victoria Federica desde la meseta de toriles, mientras que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, lo hizo desde un burladero del callejón.

Decimoquinto festejo de abono de la feria de San Isidro. Lleno en tarde de calor.

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FIGURAS SIN TOROS y SIN BRILLO

Tarde tras tarde, y con muy escasas y aisladas excepciones, la feria de San Isidro del 2016 va apilando fracasos ganaderos en el balance hasta provocar ya entre los aficionados una preocupante sensación respecto a la actual cabaña de bravo.

En esa escalada de desastres bovinos, le cupo turno hoy a la divisa de Alcurrucén, una de las prototípicas del encaste Núñez, que embarcó para Las Ventas una corrida dispar de volúmenes pero toda ella con hechuras acordes a señera sangre de bravo que, ni aun así, respondió a su fama.

Fueron fríos de salida, como corresponde a su modelo de comportamiento, pero no rompieron tampoco a embestir tras mansear claramente en varas, sino que llegaron a las muletas de la terna o bien apagados,vaciándose a marchas forzadas, o bien defendiéndose a cabezazos y con medias arrancadas.

Frente a ellos fue el extremeño José Garrido quien más carne puso en el asador, en su papel de aspirante a la gloria en el día de su confirmación de alternativa.

Garrido ya se manejó muy por encima de la absoluta falta de celo del toro de la ceremonia, que sólo embistió con un mínimo brío e inercia en la soberbia serie de derechazos con las dos rodillas en tierra con que su matador abrió una faena en la que el animal acabó con los pitones siempre por encima del palillo.

También de rodillas, y ya con la tarde pesando como una losa, se echó el extremeño para aspostar en un apurado quite por falores y volver así a enseñar su ambición de triunfo. Pero, para su desgracia, ese sexto toro fue uno de los más vacíos del encierro y no le dejó más que insistir en esa buena actitud.

Pero la de hoy era, sobre todo, tarde de figuras y todas las miradas estaban centradas en El Juli, que desde hace años no goza de las simpatías de los sectores más radicales de la afición local.

Esa distancia entre el madrileño y los tendidos de Las Ventas volvió a manifestarse hoy, y no tanto por lo que algunos le recriminaron a voces sino porque Julián López no logró sacudirse la palpable tensión con que encaró la lidia de los dos toros de su lote.

El primero, aunque sin clase y sin emplearse, al menos se movió lo suficiente para esperar que un torero con la experiencia y la capacidad de El Juli le sacara un mínimo partido, pero no hubo más destacable en su trasteo que la firmeza con que se plantó en la arena.

Tampoco tuvo mayores matices, sino una misma base técnica y similar rigidez formal, la faena del cuarto, en la que Juli volvió a poner un empeño ensimismado ante unos tendidos desconectados.

Por su parte, el francés Sebastián Castella se alargó en dos trasteos que, salvo en momentos muy puntuales, no dejaron de ser sino un plano monólogo del torero al margen de las condiciones de sus toros, entre los que hubo uno, el tercero, que sí que se empleó con cierta calidad por el pitón izquierdo.

Pero Castella, como en si primera actuación, se empecinó en imponer a uno y a otro un mismo guión monótono y aburrido, pegando pases a piñón fijo y sin sacar a la luz ninguna capacidad resolutiva. Y aún le quedan dos tardes más en la feria.