Madrid agasaja a Keane y se hermana con su "Strangeland"

  • La demanda de entradas fue tan alta que hubo que mover el espectáculo al Palacio Vistalegre
Keane
Keane |Keane

El público de Madrid ha dispensado esta noche un recibimiento de altura a Keane, de gira con su disco "Strangeland", en el que regresan a latitudes menos ajenas de lo que transmite su título ("tierra extraña") y presentan de nuevo sus credenciales como grandes embajadores del "rock sin guitarras".

Sorprende que alguien diese tan poco crédito a los autores del extraordinario "Hopes and fears" nueve años después de su debut, como para contratar una sala de aforo medio para su actuación en Madrid, antes de pasar por Pamplona y Barcelona.

Al final, la demanda de entradas fue tan alta que hubo que mover el espectáculo al Palacio Vistalegre, donde no menos de 7.000 personas han acudido finalmente a esta plaza de toros, el espacio de altura (al menos física) que requiere el potencial melodramático y épico de este grupo, empujado por la voz alada de Tom Chaplin y el piano mágico de Tim Rice-Oxley para suplir la falta de guitarras.

"¡Qué lugar tan raro para tocar, una plaza de toros!", ha destacado Chaplin, antes de declarar que se sentía como en el centro del Gran Cañón. "Creo que mi voz nunca había sonado tan alto", ha añadido con razón.

Desde el arranque con "You are young", uno de los nuevos temas, los asistentes han dado muestras de su predisposición a pasarlo bien antes siquiera de que se encendiera el escenario, una especie de decorado retro de ciencia ficción, con un sol refulgente de fondo y unas lámparas psicodélicas con forma de chupa chups invertidos.

"Buenas tardes, ¿cómo estás?", ha dicho entre aplausos y en un esforzado castellano Chaplin, quien no ha parado de agradecer el calor recibido a lo largo de las dos horas de concierto, en las que se han despachado dos docenas de canciones, muchas del ampliamente diseccionado "Strangeland".

Keane, que ya tocó en el último BBK Live de Bilbao, ha hecho sonar después "Bend and break", "On the road" y "The lovers are losing", con la que Chaplin se ha enfundado la guitarra junto al bajista Jesse Quin para realzar un momento excepcional del concierto.

Tras éste, el piano ha vuelto a cobrar casi todo el protagonismo, con Rice-Oxley aporreando el teclado con la misma intensidad con la que Richard Hughes estrellaba las baquetas en "Is it any wonder?".

En general, la acústica de Vistalegre ha respetado la sonoridad del grupo, más dada a los agudos que a los graves. Éstos no logran remontar el graderío y han lastrado, por ejemplo, el resultado de "Neon river" y "Spiralling".

En un momento dado, surge la luna en el escenario y un par de focos verdes cenitales se sitúan detrás de Chaplin y Rice-Oxley para darle intimidad a "The starting line", una emotiva canción de su último disco en el que parecen reafirmar sus raíces, las que representa el éxito "Everybody's changing", refrendado por el público con el clásico "oé, oé" al final de la canción.

La orografía del "país extraño" de Keane da paso entonces a una meseta compuesta por temas más anodinos como "We Might as Well Be Strangers" y "Day will come", poco antes de reivindicar por enésima vez su amor por Madrid y dedicarle la versión acústica de "Try again".

Regresan luego los parajes más vistosos de su producción, con "Disconnected" (cuyo videoclip rodó Juan Antonio Bayona en Barcelona), "The last time", "Somewhere only we know" y "Bedshaped", a cuyo estribillo se suma el público para corear al unísono aquello que ya se preguntaban Sócrates y Platón, "What do I know?".

"Sea fog", la luminosa "Sovereing light café" y la atronadora "Crystal ball" han sido las elegidas para el tiempo de los bises, con el público puesto en pie para una despedida con honores, encantado de haber hermanado su ciudad con ese "extraño" pero reconocible edén musical restaurado por Keane.