'Juguetes rotos' lleva la transexualidad y el acoso al Teatro Español

"Juguetes rotos" lleva la transexualidad y el acoso al Teatro Español
"Juguetes rotos" |Telemadrid

El Teatro Español ha estrenado en su sala pequeña, la Margarita Xirgu, "Juguetes rotos", un montaje escrito y dirigido por Carolina Román que aborda el tema del acoso y la exclusión a través de la historia de un transexual en la España del franquismo.

"Más allá del género, se trata de una cuestión que nos afecta a todos, la de sentirse excluido dentro de un colectivo", ha señalado hoy Román en una rueda de prensa, acompañada por los protagonistas de la obra, Nacho Guerreros ("La que se avecina"), también productor, y Kike Guaza.

El texto nació a partir de la colaboración entre Guerreros, autor de un libro sobre el acoso escolar, que deseaba hacer un drama después de once años entregado a la comedia en teatro y televisión, y Román, que lo acabó llevando al terreno del género para "ampliar la panorámica".

"Me planteé la pregunta de qué le ocurre a alguien por ser diferente al resto, y eso me llevó a la transexualidad, que es una cuestión de identidad, la pregunta más básica del ser humano", ha señalado Román.

Después surgió otra pregunta: ¿qué pasó con las personas que no pudieron asumir su verdadera sexualidad durante el franquismo, bajo el dictado de la Ley de Vagos y Maleantes, que condenaba con cárcel cualquier desviación de género?.

El equipo emprendió entonces una investigación y contactó con asociaciones como la Fundación 26 de diciembre, que representa a personas mayores LGTB, con la idea de recabar testimonios de mayores "trans" de la época, pero descubrieron que la mayoría había muerto.

"Ser transexual durante el franquismo te llevaba a la muerte bien por suicidio o por asesinato en las cárceles, y muchos que intentaron asumir su verdadera identidad terminaron casándose", ha recordado Román.

La obra, que estará en el Español hasta el 4 de marzo, transcurre entre las décadas de los 60 y los 80. La historia gira en torno a Mario, un funcionario de 45 años que un día recibe una llamada telefónica que le lleva a emprender un viaje a su pasado, su infancia y su adolescencia, y sobre todo un encuentro que le marcó.

"En su momento conoció a Dorín (Guaza), que es una señora que ha hecho lo que él no se ha atrevido por la represión que tiene encima; él se va del pueblo, pero el pueblo no lo abandona, quiere y no puede", ha explicado Guerreros.

Román asegura que, pese a la crudeza, el final "es luminoso" y que no se trata de "aleccionar" a nadie sino de proponer una reflexión sobre la identidad y el género.