Juan del Álamo abre la puerta grande en una gran tarde de los de Alcurrucén

  • Los aficcionados disfrutaron de la 28ª de la feria

Miguel Ángel Moncholi

Se le resistía la puerta grande a Juan del Álamo ¡y al fin la consiguió! Los de alcurrucén, fieles al comportamiento de su procedencia Núñez, manseaban de inicio. Es por eso que hay que tener paciencia y así sucedió con el tercero, manso de salida que poco a poco se fue enterando.

Había que sacarle a Licenciado lo bueno que llevaba dentro y del Álamo tras el tanteo de rodillas en los medios, siguió con la diestra. Lo vio claro el salmantino, que repitió por el mismo pitón y se echó la muleta a la izquierda, impresindible para convencer en Las Ventas.

Siguieron series de manos bajas a las que el alcurrucén respondía por abajo, haciendo surcos en el ruedo. El remate con ayudados por bajo y adornos, más una entera, volvió loco al gentío que pidió con fuerza no una, sino las dos orejas.

Del Álamo paseó solo una y dio dos vueltas al ruedo. Convencido de que esta vez podía ser, recibió al sexto, otro manso que derribaba en su huída y al que poco a poco fue enseñando con la muleta y a base de derechazos y una serie de naturales fue sumando méritos hasta conseguir la que le abriera la puerta grande, tantas noches soñada. Y es que el gentío quería ver a "su" torero en volandas. "Su" torero que lo ha sido por muchos años, lo siguió siendo en el cuarto.

El Cid por momentos, al que se jaleó al muletear con la diestra y su tantas veces reconocida izquierda a un gran toro de oreja. pero, a "El Cid" le falló la tizona y hubo de conformarse con saludar una ovación. Y "su" torero no fue esta vez Joselito Adame.

Los paisanos olvidaron su gesta del otro día y por mucho que lo intentó en ambos, manejables y sosos, el hidrocálido escuchó silencio en los dos. Así es el público de Las Ventas que, tan pronto encumbra como abandona. Que tan pronto perdona, como deja en la penumbra. Así es mi plaza de las Ventas.

LA FICHA:

Seis toros de Alcurrucén (el 1º con el hierro de El Cortijillo), de dispares hechuras pero todos de fina lámina y armónica seriedad. En general, resultaron mansos en los primeros tercios y cuatro de ellos, también en el último, donde se rajaron, se defendieron con genio o no se emplearon. La excepción fueron segundo y tercero, que, también tras mansear, rompieron a embestir en bravo y con calidad a la muleta.

El Cid, de azul noche y oro: estocada atravesada y descabello (silencio); pinchazo y estocada trasera (ovación).

Joselito Adame, de verde botella y oro: tres pinchazos y tres descabellos (silencio tras aviso); estocada atravesada que asoma, dos pinchazos y estocada baja (silencio tras aviso).

Juan del Álamo, de blanco y plata: gran estocada (oreja con petición unánime de la segunda y dos vueltas al ruedo); estocada caída (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.

Entre las cuadrillas destacó la brega de Pedro Vicente Roldán con el sexto, y los pares de banderillas de Miguel Martín y Fernando Sánchez, que saludaron en el segundo.