Alberto López y Alfonso Sánchez: "Somos cómicos con mayúsculas"

  • Se reivindican sobre las tablas de un teatro con su primera obra: "Patente de Corso"

Conocidos como los compadres sevillanos de "Ocho apellidos vascos", Alberto López y Alfonso Sánchez se reivindican sobre las tablas de un teatro con su primera obra, "Patente de Corso": "Somos algo más que humoristas, somos cómicos con mayúsculas", aseveran en una entrevista.

"Somos como Esteso y Pajares", dice Alberto López, "pero ellos no dirigen", protesta Alfonso Sánchez. "Bueno, ojalá tuviéramos la misma repercusión de Esteso y Pajares y ojalá no acabásemos tan 'zumbaos'", se corrige con una amplia sonrisa, sobre el futuro éxito de una pareja que desde hoy, y hasta el próximo 10 de enero, residirá en el Teatro Marquina de Madrid.

Los actores, que comenzaron a colarse en la escena española con los vídeos de El Culebra y El Cabesa llevan un año representando "Patente de corso", una obra que nació de un "popurrí", de la dramaturga Ana Graciani y de algunos de los artículos periodísticos que desde 1991 Arturo Pérez-Reverte publica cada domingo.

"Después del 'boom' de internet, la película, la televisión, queríamos volver al origen, el teatro, pero sin fórmulas repetidas, y pensamos en pedirle a Arturo que nos escribiera la que sería su primera obra de teatro", cuenta Sánchez, que firma también la dirección de la obra.

"Ni de coña", fue la respuesta, relata sonriente López, pero no estaba todo perdido; en la cara de Pérez-Reverte ambos habían apreciado un "brillo especial", sostienen, que les hacía adivinar que esta no sería la última palabra del escritor y académico.

A Pérez-Reverte, que ha presentado hoy su última novela, "La guerra civil contada a los jóvenes", le había gustado la propuesta, y decidió regalarles los derechos de los cuatro libros en los que recoge su labor como articulista -"Patente de corso", "Con ánimo de ofender", "No me cogeréis vivo" y "Cuando éramos honrados mercenarios"-, para que ellos hiciesen lo que quisieran, explican.

Bajo el subtítulo de "Tratado sobre el hijoputismo ibérico", la obra tiene como hilo argumental la figura de Luciano (Alfonso Sánchez), un timador con arte, clase y oficio, que posee una patente de corso con casi dos siglos de antigüedad que quiere vender, y Mariano (Alberto López) quiere comprar.

Harto de cómo le ha tratado la vida, Mariano quiere hacerse con la patente de corso y convertirse en "un hijo de la gran puta", pero no será tan fácil como cree, a tenor de lo que le explica Luciano, un delincuente diferente que se ofrece a enseñarle.

"Luciano es un tipo de delincuente a la antigua, un ladrón que tiene honor y considera que para robar y delinquir hay que usar también el sentido común", explica López sobre el personaje que trata de enseñarle en la obra a ser un "perfecto delincuente".

Con más de 30.000 funciones a sus espaldas desde su estreno absoluto en octubre de 2014 en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, y tras la buena acogida que han tenido en Barcelona, López y Sánchez llegan a la que definen como la "catedral" del teatro para hacer reflexionar a los madrileños sobre "qué es ser buena o mala persona".

"Los que han ganado históricamente eran los malos, y ahora se les puede señalar, pero antes ni siquiera eso, había muchas patentes de corso entonces", afirma Sánchez. "Y de esos barros, estos lodos; así están surgiendo ahora todos esos nuevos políticos", añade.

Con el filtro de la comedia de por medio y con estructura de musical, las referencias a la actualidad son constantes, mediante citas pícaras sobre los "viajes a Tenerife de algún político" o sobre "la hija de la Pantoja", pero también con la filosofía muy presente a través de menciones a la velocidad de la luz, la esencia del ser humano o el sentido de la vida.