Steve Jobs. Como Howard Hughes, como William Randolph Hearst, la leyenda del padre de Apple ha ido creciendo después de su muerte. Steve Jobs, visionario tecnológico y revolucionario empresario, rediseño la forma de relacionarse con los ordenadores personales, el modo de escuchar música y reinventó el concepto de teléfono móvil. Pero, más allá de las cifras de ventas y del diseño innovador de sus dispositivos electrónicos, la pregunta que surge es ¿quién era realmente Steve Jobs? El reportaje de la BBC “Steve Jobs: el hippy multimillonario” trata de ofrecer claves para entender cuál fue el motor que le inspiró a lo largo de toda su vida: el programa, que recoge entrevistas con sus amigos y colaboradores más cercanos a lo largo de cuatro décadas, refleja la historia de cómo un chico cualquiera, un hippy de la contracultura que a finales de los 60 consumía drogas y que había abandonado los estudios, halló fuerzas para reinventarse a sí mismo y para crear una de las empresas de mayor éxito de todos los tiempos.
¿Es posible construir el mejor ordenador desde un garaje de Sillicon Valley? Steve Jobs demostró que sí. Su filosofía era bien simple: “si puedes hacer una cosa bien y venderla, puedes tener una empresa”. Sin embargo, quienes rememoran en el reportaje cómo era el Jobs que diseñó el primer Apple no le recuerdan como un joven obsesionado por el dinero, sino como alguien convencido de su capacidad para cambiar el mundo. Lo demás, el éxito, las ventas, la expectación por cada nuevo producto, vino rodado: cuando Apple empezó a cotizar en bolsa en 1980 sus acciones fueron las más demandadas desde que salieran las de Ford en 1956.
“Steve Jobs: el hippy multimillonario” describe, uno a uno, los reveses que sufrió Jobs a lo largo de toda su vida profesional: las zancadillas dentro de su propia empresa, sus maniobras para recobrar el poder dentro de la misma, sus debilidades y sus virtudes, las luces y las sombras de un genio que fue admirado y también odiado por quienes le conocieron de cerca a causa de su perfeccionismo, su capacidad de trabajo extenuante y su habilidad para asimilar mediocres ideas ajenas y convertirlas en geniales proyectos propios, así como por su obsesión por innovar y hacer que el mundo entero y los consumidores de sus productos, se plegase a sus particulares reglas tecnológicas.
